miércoles, 8 de enero de 2020

#OlgaOrozco2020: Mutaciones de la realidad







Rosa, oh pura contradicción, voluptuosidad de no ser
el sueño de nadie bajo tantos párpados
Rainer Maria Rilke

¿De modo que la piedra húmeda no contiene agua
y el reflejo en el vidrio no traslada la escena al medio del jardín?,
¿que mi sombra no me precede ni me sigue sino que testimonia por la luz
y un hueso fosforescente no anda en busca de cenizas dispersas
para la fiesta de la resurección?

Es posible, como todo prodigio al que deshojan las manos de la ley.

No niego la realidad sin más alcances y con menos fisuras
que una coraza férrea ciñendo las evaporaciones del sueño y de la noche
o una gota de lacre sellando la visión de abismos y paraísos que se entreabren
como un panel secreto
por obra de un error o de un conjuro.

Pero es sólo un deseo sedentario, como fijar la luna en cada puerta;
nada más que un intento de hacer retroceder esas vagas fronteras que cambian de lugar
-¿hacia dónde? ¿hacia cuándo?-
o emigran para siempre aspiradas de pronto por la fuga de la revelación impenetrable.

Sé que de todos modos la realidad es errante,
tan sospechosa y tan ambigua como mi propia anatomía.

Digo que también ella ha llegado hasta aquí a través de otro salto feroz en las tinieblas,
y guarda, como yo, nostalgias y temores de faunas y floras
como aquellas que trasplantó Hieronymus Bosch desde los depósitos del caos,
adherencias de nubes sobre las cicatrices de las mutilaciones,
vértigos semejantes a un éxodo de estrellas
y raíces tan hondas que sacuden a veces los pilares de este aparente suelo
y atruenan, con su ronco reclamo de otro mundo.

Cautiva, como yo, con las constelaciones y la hormiga,
quizás en una esfera de cristal que atraviesa las almas,
la he visto reducirse hasta tomar la forma del ínfimo Jonás dentro de la ballena
o expandirse sin fin hacia la piel exhalando en un chorro de vapor todo el cielo:
el insoluble polizón a tientas en la sentina de lo desconocido
o la envolvente bestia a punto de estallar contra las alambradas de los limbos.
Y ni en la puerta exigua ni en la desmesurada estaba la salida.

Guardiana, como yo, de una máscara indescifrable del destino,
se viste de hechicera y transforma de un soplo las aves centelleantes en legiones de ratas,
o propone evaporar en sus marmitas todo el vino de ayer y el de mañana
hasta que sólo quedan en el fondo esas ásperas borras que acrecientan la sed
con su sabor de nunca o de nostalgia;
o se convierte en reina y se prueba los trajes de la belleza inalcanzable,
las felpas tachonadas de la lejanía,
que son vendas del olvido,
jirones de mendiga cuando pega su frente a mi ventana,
o desnudez de avara cuando vuelva en mis arcas sus tesoros roídos por la lepra.
Y nunca entenderemos cuál es nuestro verdadero papel en esta historia.

Ajena, como yo, a los desordenados lazos que nos unen
y que ciñen mi cuello con los nudos de la rebeldía, la desconfianza y la extrañeza,
a veces me contempla tan absorta como si no nos conociéramos
y desplaza su alfombra debajo de mis pies hasta que pierdo de vista su aleteo,
cuando no se me acerca con un aire asesino y me acorrala contra mis precipicios
para desvalijarme con sus manos de axfisia y de insanía;
¿y acaso no simula de repente distintas apariencias entre dos parpadeos?,
¿no me tiñe de luto las paredes?,
¿no cambia de lugar objetos y tormentas y arboledas sólo para perderme?
Y apenas si hay momentos de paz entre nosotras.

Precaria, como yo,
aquí, donde somos apenas unos pálidos calcos de la ausencia,
se desdobla en regiones que copian los incendios del recuerdo perdido,
abre fisuras en las superficies como tajos de ciega para extraer el porvenir,
olfatea con sus perros hambrientos cada presagio que huye con la muerte
y eprsigue de mutación en mutación vislumbres que se trizan en alucinaciones.
Y no consigue asir más que fantasmas de la desconocida imagen que refleja.
No, tampoco tú,
aunque niegues tu empeño entre fulgores y lo sepultes entre escombros;
aunque traces tus límites acatando el cuchillo de la pequeña ley;
por más que te deshojes para demostrar
que la rosa de Rilke no encierra ningún sueño bajo tantos párpados.


en "Mutaciones de la realidad" (1979)

No hay comentarios:

Publicar un comentario